Enero es un mes de Encuentro, un
mes especial para el MJS. En varios lugares, y simultáneamente, se llevan a
cabo campamentos, colonias de vacaciones, experiencias de formación de
animadores como el Soñador y Saltimbanqui; jornadas oratorianas que duran semanas
y muchas otras actividades. Y este 2015 no ha sido la excepción, las redes
sociales se han llenado de fotos y de manifestaciones de alegría por lo vivido
y compartido como MJS en las distintas regiones de nuestro país.
Han sido experiencias de
encuentro con personas que hacía mucho no veíamos, de oración intensa, de
vivencia de Dios, de entrega por los pibes y pibas. Porque estas experiencias
de verano nos motivan, nos alegran, hacen que nos encontremos con ese Dios tan
cercano y tan cariñoso que se expresa sencillamente a través de los gestos
genuinamente humanos de los chicos y las chicas, de los animadores y animadoras
con los que compartimos. Sentimos que estas experiencias nos dan fuerzas, nos
animan y nos llenan de optimismo para encarar el año venidero, pero su verdadera
importancia radica en que son experiencias que nos educan, renuevan y ejercitan
en el eslabón más importante de la evangelización: el encuentro. El encuentro con
el otro es el principio fundamental a partir del cual evangelizamos. El Papa
Francisco nos dice, a raíz de esto, que “ser
discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús…”
(Evangelii
Gaudium 127) Francisco nos llama a ser discípulos, a ser
misioneros, en otras palabras, nos llama a ser animadores y animadoras con un
testimonio profundo del cariño de Jesús. Por eso son tan valiosas estas experiencias,
porque ejercitamos el encuentro mutuamente enriquecedor con el otro, ese
encuentro que es la base de todo apostolado y que durante todo el año estaremos
propiciando y yendo hacia él.
Pero sabemos que el trajín del
año es cansador, es duro y muchas veces nos agobia. El trabajo, el estudio, las
obligaciones familiares y las responsabilidades diarias, sin que nos demos
cuenta, nos van tapando de cosas y sentimos que esas fuerzas con las que
empezamos van perdiendo poco a poco la energía.
¿Qué hacer en estos momentos? ¿Cómo mantener la llama encendida? ¿Cómo
mantenernos motivados? ¿Cómo hacer para tener esa disposición evangelizadora permanente
a la que nos invita el Papa?
Algo que nos puede ayudar en esta
situación es un ejercicio que deberíamos hacer cada vez que sentimos que el
camino se pone cuesta arriba. Consiste en hacernos la pregunta ¿qué es lo que me motiva a seguir animando?
Es un cuestionamiento cuya respuesta puede que se vaya renovando a medida que
el tiempo pase ya que el mismo Tata Dios se hace nuevo y se renueva
constantemente en nuestras vidas.
Encontrar nuestra motivación es
encontrar el centro, el motor, la razón por la cual enfermo, cansado o triste
no dejo de expresarme como un ser animador. Encontrar nuestro centro como
animador implica que no dependamos de las “pilas que tengamos” o del buen o mal
momento que estemos pasando, sino que significa conocer nuestra esencia de
animador e ir a los porqués más profundos de nuestra evangelización. Encontrar
nuestro centro animador nos ayuda a saber qué estamos poniendo al servicio de
los demás y por qué.
Si hacemos este ejercicio
constante de preguntarnos y respondernos sin miedo y reflexionando
profundamente, no vamos a depender de nuestro estado de ánimo o de nuestra
situación personal, sino que responderemos a una convicción, a un centro
esencial al cual no podemos negarnos porque es parte nuestra.
Ojalá estas experiencias que
vivimos en el verano nos den no sólo ánimo para afrontar un año tan especial
como lo es el Bicentenario de Don Bosco, sino también una disposición y un amor
por el encuentro con el otro que nos ayude a responder la pregunta sobre lo que
nos motiva a seguir animando y así encontrar nuestro centro animador.
Durante la semana les
compartiremos un video con algunos testimonios para seguir iluminando esta reflexión.
¡Buen año!
Mariano
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